2 nov 2015

RETORNO A LA ESCLAVITUD

A lo largo del tiempo en que he ido sufriendo mi acoso personal, me he ido interesando por otros casos de acoso en el trabajo, y me he dado cuenta de hasta que punto estamos sumergidos en un sistema social insano, y de cómo personajes profundamente dañinos ocultan su maléfica condición tras una capa de simpatía superficial, manteniendo así una cierta imagen favorable en su entorno social.
Recuerdo ahora un caso muy expresivo del ambiente laboral corrupto e insano en que tienen que intentar ganarse la vida las mujeres hoy en día. Supongamos que una mujer joven, con un hijo adolescente que mantener en plan de familia monoparental, lo que la obliga a buscar trabajo con urgencia, se encuentra con un puesto de comercial en una empresa de distribución de alimentos. El contrato consta de una parte fija, bastante reducida por cierto, y unas comisiones pagadas en “negro” supuestamente en función de las ventas, pero en realidad sujetas solo al criterio del gerente de la empresa. Una situación ésta muy generalizada en el ámbito comercial en los últimos años. También se le pone coche de empresa y una tableta para el control de los pedidos. 

Y todo parecía ir bastante bien en lo que cabe. Nuestra vendedora, a la que llamaremos Cristina, es una mujer trabajadora que conectaba bien con los clientes y cuyas ventas demostraban su buen hacer. El gerente le demostraba su satisfacción aplicándole unas buenas comisiones, y todos contentos. Pero la felicidad no suele ser eterna, y algo empezó a cambiar. ¿El qué? Pues la actitud del gerente. He de aclarar que Cristina era una mujer atractiva, y parece ser que sus encantos encandilaron al gerente. O tal vez ya la contrató por sus encantos, que no perece nada descabellado vista su trayectoria posterior, que ya comentaré mas adelante. Y aquí todo empezó a cambiar. 
Empezó a plantear sus pretensiones sexuales de forma disimulada, al menos al principio, con invitaciones a comer supuestamente por razones de trabajo, con reuniones fuera de jornada laboral y sin testigos, etc. Situaciones en las que empezaba a mostrar sus intenciones relacionándolas con su futuro laboral, o sea lanzaba un anzuelo. Los problemas empezaron cuando fue asumiendo que las cosas no iban por buen camino y que Cristina se resistía. Entonces cambió de táctica y empezó a utilizar todo un arsenal de armas que tenía a su alcance. Cambió radicalmente el trato hacia ella, con gritos, órdenes amenazantes, llamadas telefónicas a horas inconvenientes, incluso en días festivos, etc. Mas adelante comenzó a retirarle instrumentos de trabajo, como el teléfono, la tableta o el coche de empresa, con lo que la empujó a la puerta de salida. Y por supuesto las comisiones fueron drásticamente reducidas.
La situación era completamente insostenible, pero ella trataba de aguantar porque necesitaba el trabajo e ingenuamente se aferraba a la esperanza de que las cosas cambiaran. Pero no cambiaron. Siguieron empeorando hasta la culminación con un despido “en diferido”, es decir, le da una carta donde se la despide en una fecha un mes posterior. Tenía todo el aspecto de un ultimátum dándole un mes para cambiar su decisión. 
Sin embargo ella no cambió su decisión, a pesar de su necesidad de sacar adelante su familia, y se enfrentó a un porvenir incierto. Acudió a un abogado y presentó una demanda por despido improcedente e indemnización por daños morales por acoso sexual. Lo lógico si no quiere someterse a las pretensiones de su jefe.
Pero entonces viene lo sorprendente. Como es preceptivo se acude a un acto previo de conciliación, por si es posible un acuerdo, y ¡sorpresa! el jefe acepta todas las peticiones de Cristina a la primera, sin la mas mínima negociación. ¿Qué está pasando aquí? ¿Es miedo a la repercusión pública? Todo es posible, porque parece probable que el jefe mantenga una imagen pública incompatible con su actuación con Cristina, pero aún así, ¿no tenía prevista la reacción de ésta? Para mi, y basándome en otros casos similares, lo que ocurrió es que este personaje estaba acostumbrado a conseguir sus pretensiones. No era la primera ni la segunda vez que contrataba a una mujer atractiva con la intención de explotarla laboral y sexualmente, y sin duda en la mayoría de los casos lo conseguía, y suponemos que cuando se cansaba de una la despedía sin mayores problemas, dada la precariedad de los contratos. Y el personaje no va a cambiar su conducta porque he averiguado que continúa contratando mujeres atractivas. Así cambia de pareja cuando se cansa y el despido le sale barato porque la mayoría del salario es en negro.  
Y este lamentable episodio me lleva a hacerme algunas preguntas. ¿Cuántos indeseables están aprovechando la crisis económica y la precariedad del empleo para conseguir objetivos delictivos como éste? ¿Cuántas mujeres tienen que aguantar carros y carretas para sobrevivir? ¿Es éste el tipo de sociedad que nos ofrece el capitalismo neoliberal promoviendo el retorno a la esclavitud laboral y sexual?

Arturo Paradela
 Asociación Agacamt                      




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