2 nov 2015

ABUSOS DE PODER

Con las últimas reformas laborales y la grave crisis existente, los supuestos de abusos de poder en el seno de la empresa aumentan. Son el virus dimanante de la modernidad, del emprendimiento y la rentabilidad empresarial. En una palabra, son la esclavitud moderna. Y aun cuando tenemos una legislación que protege y ampara la salud laboral, los diagnósticos de estrés, tensión, ansiedad o depresión nunca son considerados como enfermedades profesionales. El trabajador que causa baja por alguna de estas patologías ha de iniciar un peregrinar judicial para lograr un resultado mínimamente satisfactorio a sus expectativas. Luego, de conseguirlo, podrá reclamar su daño a través de la legislación laboral, la penal, la civil o la contencioso administrativa si se trata de funcionarios. 

Nos incardinamos en todos aquellos supuestos de acoso laboral que, como tal, en nuestro ordenamiento no existe. Existen vulneraciones de derechos fundamentales que se deben atacar por las vías que el Derecho nos facilita, pero el acoso en sí es aún una cuestión de futuro, pese a ser la situación mas dañina para el trabajador. Y lo es porque el daño a la salud resulta irreparable cuando no determinante de algún desenlace luctuoso, imposible de demostrar. Es, desgraciadamente, el pan nuestro de cada día. Situaciones abusivas, salario deficiente, exceso de supervisión, control excesivo de actividades, prohibición de recreación, sueldo sujeto a una variable dependiendo de las expectativas cumplidas, pago de monotributo y contratación bajo relación de dependencia encubierta, jefe tocapelotas, etc. No debemos confundirlo con el síndrome de burnout, o de estar quemado, o de desgaste profesional, y que se produce cuando se desequilibran las expectativas en el ámbito profesional y la realidad del trabajo diario.
No tiene nada que ver, aunque la justicia lo confunda en ocasiones. El acoso laboral o mobbing es un ataque personal, donde el trabajador es sometido a persecución, agravio o presión psicológica por uno o varios compañeros de trabajo, con la complicidad o aquiescencia del resto. Es conocido desde antiguo como síndrome del chivo expiatorio y síndrome de rechazo del cuerpo extraño. Por ello, actualmente, a raíz de la gran competitividad laboral, bajo la premisa “quien tiene empleo debe conservarlo cueste lo que cueste” una situación de este tipo tiene consecuencias muy graves. Es, por lo tanto, una consecuencia mas de la crisis económica, debido a la falta de empleo. Una persona, ya sea superior jerárquico, colega o compañero de labores, trata de humillar a otra para fortalecer su autoestima y demostrar poder. Restringe a la víctima la posibilidad de hablar, la aísla, no considera sus opiniones, no le asigna tareas, le critica permanentemente, establece el terror, grita, insulta, habla “a espaldas”, difunde rumores y comentarios injuriosos. Al principio resulta inofensivo. Con el tiempo y la repetición de las agresiones la víctima es acorralada y sometida a una situación degradante, y cuando protesta es llamada “paranoica”. Los compañeros de trabajo permanecen complacientes y no hacen nada por miedo a ser los siguientes, lo cual crea un “pacto de tolerancia y silencio”. De esta manera el trabajador queda desestabilizado, ridiculizado, debilitado y estigmatizado, considerándole como una persona “de difícil convivencia”, “mal carácter” y “loco”. A partir de ahí llegará el despido …. 
Después la indefinición judicial, porque estamos todavía en los inicios de una lucha contra una situación real, difícil de demostrar y en ocasiones de entender. Deberíamos crear entornos saludables porque la salud mental y física de los trabajadores afectará en última instancia a toda la comunidad y a nuestra sociedad. Es bien conocido que el estatus socioeconómico es uno de los determinantes primarios de la salud: generalmente la gente próspera es mas sana que la gente mas pobre.

Emma González
Abogada en EGA ABOGAD@S  

No hay comentarios:

Publicar un comentario