4 sept 2015

Sentirse culpable: sentirse en conflicto.

La culpa es un sentimiento de insatisfacción relacionado con algún hecho acaecido en el pasado. 
Conviene distinguir entre los sentimientos de culpa positivos que sirven para reparar el daño causado y no cometer los mismos errores en el futuro y los sentimientos de culpa negativos que son aquellos que aparecen cuando nos sentimos mal sin motivo, porque realmente no hemos hecho nada malo. Este tipo de culpa nos paraliza y nos resta energía para disfrutar del momento presente.

En muchas ocasiones el sentimiento de culpa llega a ser tan fuerte que provoca signos físicos como la sensación de presión en el pecho, dolor de estómago, dolor de cabeza,…etc. A estos síntomas físicos hay que sumar los pensamientos recurrentes de auto reproche, agresividad hacia uno mismo y desasosiego.
Sentirse culpable es sentirse en conflicto con uno mismo o con los demás. Sentir culpa es desagradable y liberarse de este sentimiento no es tarea fácil pues en  la mayoría de las personas que se presentan en terapia este sentimiento se encuentra aferrado de tal manera que forma parte de su personalidad y puede haber estado viviendo con ella durante mucho tiempo paralizado así la persona y ocasionando trastornos en su conducta.

¿Pero, por qué?

El sentimiento de culpa es considerado como una emoción negativa que, si bien a nadie le gusta experimentar, lo cierto es que es necesaria para la correcta adaptación a nuestro entorno. Muchos autores coinciden en definir la culpa como un afecto doloroso que surge de la creencia o sensación de haber traspasado las normas éticas personales o sociales especialmente si se ha perjudicado a alguien. 
La predisposición a sentirnos culpables puede haberse originado en la infancia, especialmente si teníamos el tipo de padres o profesores que nos hacían sentirnos culpables por cada falta, por pequeña que fuera. 
Muchos de nosotros hemos sido educados para creer que somos responsables de los sentimientos de los demás y que cuando alguien está molesto, enfadado o herido, es por nuestra culpa. Pero a menos que hagas daño deliberadamente, tú no eres responsable de los demás.
Por otra parte, una personalidad perfeccionista no admite los errores y llevada al extremo  vive  en un constante pensamiento crítico hacia si mismo. Además, la  baja autoestima suele ir acompañada de la sensación de no creerse merecedor de las cosas gratificantes y positivas de la vida.
La persona con baja autoestima que comete un error hace que este se convierta en una fuente de autocastigo, son las más proclives a sufrir continuados sentimientos de culpa que es disfuncional, ya que le sirve a la persona para reforzar su distorsionada autoimagen.

¿Qué puedo hacer?

Es importante que asumamos nuestros sentimientos y los afrontemos de una forma adecuada y madura.
1º. Abandonar el pensamiento polarizado. “TODO es BUENO O MALO”. Existen aspectos positivos en una situación negativa. Aprender a sacar la parte de la experiencia que nos enriquece en vez de recrearse en la parte que nos paraliza, es crecer como persona a pesar de lo difícil y doloroso que pueda llegar a ser. Requiere un trabajo por nuestra parte: pararse,  pensar de una forma abierta en la situación que nos está provocando este sentimiento o cualquier otro: culpa, odio, vergüenza, aflicción….y resolverlo. Para ello se aceptará que las cosas están como están y que cada persona da la mejor respuesta que puede a cada situación. No estar acertado ante un problema no implica que haya que sentirse culpable por ello, pues ese “error” se convierte en una ayuda para aprender.
2º. Conviene renunciar al perfeccionismo pues, al darse un nivel de exigencia muy alto para uno y para los cercanos, se repara más en lo que falta por hacer que en lo realizado y se tenderá a culpabilizar a los demás o a uno mismo de ello. Se asumirá que el compromiso de cada persona es intentar hacer las tareas lo mejor que se pueda, pero no perfectas, dado que la perfección no es posible.
. Desmontar las ideas irracionales que nos atrapan.POR EJEMPLO: La madre que experimenta culpa porque mientras esta en el trabajo el hijo pequeño sufre un accidente estando con la cuidadora. La lógica nos indica que ella no tenía forma de presuponer o evitar el accidente y que necesita trabajar para poder mantener la familia, por ende los sentimientos de culpa son totalmente infundados. En muchas ocasiones la clave para eliminar la culpa radica en saber repartir las responsabilidades asumiendo aquella cuota que nos corresponde, pero no más allá.
Cuando esto ocurre el pensamiento interno de la culpa nos arroja frases encabezadas por el “Si hubiera…, “si no le hubiera hecho esto”, “si le hubiera llevado antes al médico”, “si hubiese ido a otro doctor”, “si no hubiera hecho caso de lo que me dijeron”, “si hubiera conducido yo”, “si hubiese actuado diferente” y larguísimos etcéteras de frases auto-recriminatorias. A la postre, este pensamiento obsesivo es alimentado no sólo por nuestra voz interna sino también, a veces, por allegados que nos dan más argumentos para sentirnos culpables, con actitudes (se alejan de ti, no te hablan), y otras veces con acusaciones verbales directas: “tú tuviste la culpa”, “mejor no te hubiese conocido”, “lo enfermaste…”.
Muchas veces nos sentimos responsables por cosas que no pudimos controlar, que objetivamente no estaban en nuestras manos. Es importante considerar minuciosamente, por ejemplo, cuando no hemos podido anticipar peligros o interpretar señales de riesgo que pudieron haber causado una situación.

4º. Planificar el futuro. Aún si asumimos nuestra responsabilidad en una situación y cometimos un error, lo más productivo es mirar al futuro y pensar en cómo podemos subsanar el daño. Aprender y continuar. 

La culpa como manifestación de “lo que pudo ser y no fue” nos encierra en la trampa del inmovilismo y el sufrimiento. Una fantasía de control que no es real y produce un sufrimiento. Aceptar que no tuvimos ningún control de la situación es un proceso de duelo por resolver.

ZOOM Psicologos

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