24 ene 2016

PARANOIA Y ACOSO

En todo el tiempo que llevo colaborando en esta asociación, que ya es mucho, se nos han presentado bastantes casos en que las circunstancias del mismo y las características personales de la presunta víctima nos hacían dudar sobre si se trataba de un caso real de acoso o de un delirio paranoico. ¿Cómo resolver este dilema?

Según la Biblioteca Nacional de Medicina de los EEUU (*) el trastorno de personalidad paranoica “es una afección mental en la cual una persona tiene un patrón de desconfianza y recelos de los demás de forma prolongada, pero no es un trastorno psicótico completo como la esquizofrenia”. Y añade, “son personas altamente recelosas de los demás, y como resultado limitan su vida social de manera drástica. Con frecuencia sienten que están en peligro y buscan pruebas para apoyar sus sospechas”. Debemos aclarar que este trastorno es distinto de la esquizofrenia paranoide, ya que en esta enfermedad los delirios son evidentes y marcadamente irreales. ¿Cómo podemos distinguir si el peligro es real o solo existe en su imaginación?
En primer lugar hemos de convenir que toda persona que vive una situación de acoso prolongada en el tiempo, tiende a desarrollar una marcada desconfianza que tal vez podría llegar a ser exagerada en alguna medida, tendiendo a magnificar las capacidades persecutorias de sus acosadores. Sin embargo esta tendencia desaparece gradualmente cuando la situación de acoso remite, lo que no ocurre en el caso del trastorno paranoico, aun cuando hubiese una situación real de mobbing, que todo es posible. Por ello es necesario esforzarse en distinguir los rasgos que nos permitan detectar cuando el presunto acoso es irreal, y se trata de un problema de salud mental.
Podemos apuntar algunos síntomas:
·     Dificultad para concretar situaciones de acoso. Es frecuente que cuando se le pregunta a la presunta víctima que explique y concrete las situaciones que ha vivido, tenga grandes dificultades para concretarlas, argumentando que en realidad se trata de actuaciones muy sutiles, lo que podría suponer que estamos ante interpretaciones enfermizas de hechos probablemente inocuos. Suelen pensar que las personas “les miran mal”, los eluden, les hacen insinuaciones, etc.
·     Hacer acusaciones sobre hechos absurdos o difíciles de creer. En cierta ocasión una persona acudió a nuestra asociación argumentando que padecía “acoso grupal” y que con frecuencia personas por la calle le insultaban y lo amenazaban, sin duda, en su opinión, inducidos por sus jefes. Esta persona hubo de ser internada en un psiquiátrico.
·     Hacer interpretaciones exageradas sobre hechos aparentemente inocuos. Otra persona que aseguraba que era perseguida y vigilada en todas partes nos aportó unas grabaciones donde había filmado a personas en actitudes totalmente normales, como parado esperando a alguien o cruzando una calle, y que él interpretaba como muy sospechosas. Se intentó convencerle de que con esas “pruebas” no conseguiría nada y tal vez lo acusasen de “chalado”, por lo que de seguir adelante le recomendábamos que aportase un informe psiquiátrico que demostrase que estaba sano. No volvimos a saber nada de él.
·     No admitir ninguna interpretación de los hechos que no sea la suya. Esto indicaría una rigidez y un bloqueo mental altamente sospechoso, aunque hay que aclarar que en este caso podría tratarse de una persona que desarrolla rasgos paranoicos como consecuencia de un acoso prolongado, por lo que se ha de ser prudente y esperar a tener nuevos indicios.
·     Delirios evidentes. Esto no necesita mayor aclaración.
En cuanto a la forma de actuar ante casos sospechosos de paranoia, ya hemos apuntado algo, pero en términos generales podemos recomendar lo siguiente:
1. Si la manifestación paranoica resulta evidente lo único que se puede hacer es que no tiene pruebas suficientes y que necesita un informe psiquiátrico, cosa que como es evidente, es verdad.
2. Si alguno de los presuntas actos de acoso que resulte difícil de creer se puede comprobar, debe hacerse, para ver si el acoso es real.
3. Si la manifestación paranoica ofrece dudas debemos observar si se trata de una persona de perfil tímido e introvertido o mas bien extrovertido y activo.
4. Si es tímido debería bastar con pedirle un relato escrito que resuma su problema, y tendrá grandes dificultades para hacerlo porque todo está en su cabeza, no en los hechos.
5. Si es extrovertido y activo será mas difícil de detectar y sobre todo de controlar, por lo que aparte del relato escrito hay que orientarle hacia el informe psiquiátrico. Si esto fallase debemos esperar hasta que haga algo que lo delate, y entonces enfrentarlo con la realidad sin ambages. Lo aceptará, improbable, o desaparecerá, lo mas seguro. En todo caso son personas que causan problemas en su entorno social, y su inflexibilidad y rigidez hace que sean un riesgo para otras personas acosadas, por lo que eso es lo mejor.
En todo caso deberemos tener paciencia para asegurarnos, porque podría tratarse de una persona muy afectada por su problema de acoso y no deberíamos dejarla desamparada, y la frontera entre la paranoia endógena y la reactiva al acoso es con frecuencia confusa y difícil de precisar.
El problema de los rasgos paranoides en una persona que realmente está sufriendo un proceso de acoso laboral es que contribuye a agravar las consecuencias del mismo y a dificultar su defensa. No es infrecuente que se utilice por sus adversarios para afirmar que el acoso solo existe en su imaginación, y si se trata de personas con influencia política o económica hay un riesgo evidente de que los jueces se dejen llevar por este camino, porque estamos en el país que estamos y en el momento histórico que estamos. En todo caso hemos de ser conscientes de la enorme dificultad añadida que suponen los reflejos paranoicos en un caso de acoso, y por ello nos exige un mayor esfuerzo de apoyo a la víctima.
Arturo Paradela
Asociación Agacamt

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