7 ago 2015

CORRUPCIÓN, PSICOPATIA Y ACOSO

No creo que nadie dude que en este momento histórico la corrupción es una de las principales causas, sino la primera, del rechazo de los ciudadanos al sistema político y administrativo en nuestro país. Es una lacra social que se ha enraizado profundamente en las instituciones y no parece que la clase política actual se atreva a adoptar las medidas que la situación precisa, tal vez porque sus propias estructuras están profundamente contaminadas, y serán otros, los recién llegados, los que probablemente tendrán la oportunidad de remover los cimientos de tanta podredumbre. 

Pero no solo es nuestro país víctima de la corrupción, sino que a nivel internacional se ha convertido en una grave amenaza para la estabilidad política y económica e incluso para la seguridad. Y esto no lo digo yo sino que es una conclusión de un reciente informe del centro de investigación estadounidense “Fondo Carnegie para los estudios sobre la Paz Internacional (CEIP)”.  En él se resalta que en 2014 se ha producido una relajación palpable de los controles, de forma que gobiernos y empresas transnacionales han llevado la situación a un grado de corrupción sistémica de difícil solución. Y no debemos olvidar que la corrupción no es únicamente “meter la mano en la caja”, sino también utilizar las instituciones para fines privados, como colocar a familiares, amigos o compañeros de partido, saltarse la legalidad cuando conviene, utilizar el corporativismo para protegerse creando espacios de impunidad, etc, etc. Y esto, aplicado al nivel internacional, nos muestra lo que estamos viendo, la imposición de los intereses corporativos privados por encima de los derechos de los ciudadanos, el mantenimiento y protección de los paraísos fiscales, la relajación del control fiscal de los capitales evadidos, etc, etc. Lo que estamos viendo en el caso de Grecia es una muestra clara de todo esto, y donde queda de manifiesto como se descargan sobre los hombros de los ciudadanos las consecuencias de los desafueros de los beneficiarios de la corrupción sistémica. 

Y todo esto nos lleva a una primera conclusión. La obsesión del sistema neoliberal dominante en el mundo es la desregulación. Su modelo de lo que llaman “libre mercado” no es mas que la desregulación total, la ausencia de todo tipo de normas, es decir, la selva, porque supuestamente el mercado se “autoregula”. Y en la selva lo que manda es la ley del mas fuerte, que es exactamente lo que se pretende, y el mercado se “autoregula” sacrificando al mas débil. Véase Grecia. Por eso la presunta “autoregulación del libre mercado” no es mas que la expresión en el ámbito mercantil de la ley de la selva, es decir, del principio biológico de la selección natural, de la selección de los mas fuertes y adaptados a la selva y el sacrificio de los mas débiles. Y ya sabemos que en la selva no hay ningún tipo de normas y regulaciones, porque ellas son el producto de un invento humano que llamamos civilización que nos obliga a superar la ley de la selva por razones éticas. Asi que digámoslo con toda claridad, la desregulación significa actuar como animales en la selva y renunciar a la condición humana. ¿Es esto admisible?

Y ahora toca otra pregunta. ¿Qué tipo de personas pueden defender esta ideología? ¿Cómo se puede defender seriamente que no existan normas éticas que impidan que en las relaciones financieras se actúe como fieras en la selva? Creo que la respuesta es sencilla y nos la da la psicología. 

El perfil de las personas capaces de actuar en las relaciones humanas como animales salvajes en la selva coincide básicamente con lo que en psicología se denomina personalidad piscopática. Y este perfil va mas allá del retrato de personas similares que conocemos por las series o películas policiales. El psicólogo Bernardo Stamateas los define como “aquella persona que ama el poder desde cualquier ámbito y los demás se convierten en objetos de usar y tirar”. ¿No os parece que encaja perfectamente con el perfil de alguien que considera que el mercado se autoregula y los mas débiles deben ser sacrificados? Y el mismo Stamateas añade que “no establecen límites afectivos, no respetan los límites y no sientes grandes remordimientos cuando hacen daño a los demás”. ¿Os suena esto? ¿No es la persistente obsesión por la desregulación una prueba evidente de que los límites les molestan y que no soportan verse limitados por reglas y leyes en sus aspiraciones? Y completa su descripción diciendo que “son personas que no toleran la frustración y que viven cualquier límite que le pongan como un robo de libertad”. Y esta es la conclusión definitiva. Tienen que salirse siempre con la suya y no toleran lo contrario. 

¿Quiere esto decir que todas las personas de ideología neoliberal son psicópatas? Evidentemente no. Muchos creen en el dogma neoliberal como un mantra, una cuestión de fé que no se puede cuestionar, y que “casualmente” coincide con sus intereses. Son, probablemente, personas muy competitivas y egocéntricas, pero no estrictamente psicópatas. Véase el siguiente gráfico.

                  Emotividad                       Competitividad
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Empatía                                                                    Psicopatía                                                                                                  
Parece claro que aquellas personas que encajan en el lado izquierdo del gráfico serían capaces de conectar emocionalmente con los demás, y tanto mas cuanto mas a la izquierda, serían mas solidarias y poco competitivas. Por el contrario, las que encajan en el lado derecho serían fuertemente competitivas, frías emocionalmente y escasamente solidarias, hasta el caso extremo del psicópata. La ideología neoliberal encaja perfectamente con la mitad derecha del gráfico.

¿Y que relación tiene esto con la corrupción? Pues parece fácil de deducir. La corrupción es cosa de personas fuertemente competitivas, escasamente solidarias y a quienes les molestan las normas o reglas que les dificultan sus manejos. Y la deducción inexorable es que el neoliberalismo es la ideología de máximo riesgo de corrupción, ya que impulsa la desregulación y la competitividad extrema mas allá de cualquier regla.

¿Y el acoso que relación tiene con todo lo anterior? Siempre se ha dicho que la corrupción es el caldo de cultivo del acoso, algo sobradamente comprobado, y siendo así está claro que la doctrina neoliberal es la ideal para generar corrupción, y por tanto acoso. No habrá forma de luchar contra el acoso y la corrupción desde semejante ideología. En realidad no se desea luchar contra ello, aunque hay que mantener una apariencia formal para que los perdedores del sistema, entre los cuales me incluyo, continuemos creyendo que el sistema funciona.

No es posible creer que vamos en la dirección correcta si nos olvidamos que la condición humana incluye una capacidad que ninguna otra especie tiene: la reflexión. Y el culmen de la reflexión es la ética. Si ignoramos esto y procedemos a utilizar nuestras superiores capacidades mentales para actuar como fieras en la selva, tal vez obtengamos beneficios en el corto plazo, pero estaremos destruyendo nuestro futuro y el de nuestro planeta. Pero de esto hablaremos otro día.


Antonio París

Asociación AGACAMT

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