5 jul 2015

Dios está cambiando

    Desde que ha llegado el Papa Francisco, en la Iglesia ya nada es lo que era. Acaba de aprobar un procedimiento para juzgar a los obispos que cometan delitos de abuso de poder,  en los asuntos de pederastia. Las propuestas fueron autorizadas por el pontífice después de ser presentadas por el presidente de la Comisión para la Tutela de los Menores, y examinadas y aprobadas en estos días por el “C9”, el grupo de cardenales que está ayudando al papa en la reforma de la Curia. El pontífice, aprobó cinco propuestas que fijan un procedimiento jurídico que hasta ahora no existía.
   Nada de esto tiene que ver con la jurisdicción ordinaria, ya que una cosa son los delitos y otra el tratamiento eclesiástico, que se rige por sus propias normas, que no deben ser solo las divinas. Hasta  ahora no se podían denunciar los comportamientos de los obispos ocultando casos de  pederastia o minimizando hechos tan graves.

   Como afirma este papa,  la Iglesia está presente en nuestra sociedad y debe dar respuesta y ser acorde a sus principios. Pues sí. A lo que Cristo predicaba y que hasta ahora se habían pasado por el arco de triunfo sus representantes en la Tierra. Muchos del purpura se están rasgando las vestiduras. No es para menos,  pues para más inri, el infierno no existe y aquello de Adán y Eva es una leyenda urbana. ¿Quién lo diría a estas alturas? Va a resultar de lo de la paloma también fue un camelo. En fin.

    Lo más importante es que este Papa es humano y está lleno de sentido común. Algo que precisaba esta Iglesia arcaica que seguía ocultando pecados mortales y disfrutando de sus enormes prebendas. Aparece vestido de un blanco inmaculado,  en reflejo de esa imagen de pureza y bondad que siempre debió transmitir la Iglesia. Choca con esa otra estampa difundida hace poco por las redes sociales, aunque se remonta al año 2007. La del  Arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, envuelto en la capa magna. Esta capa, que tiene cinco metros de largo, y necesita un asistente que lleve en alto las puntas. Que está confeccionada en lana morada para los obispos y en seda púrpura para los cardenales, aunque también podía ser de terciopelo rojo para los papas que la usaban en la misa de Navidad. Su uso dejó de ser habitual desde el siglo XIX. La jubiló Pablo VI, porque era un símbolo de poder tan ostentoso que resultaba insultante. Lo mismo que la tiara papal con las tres coronas. Pablo VI la hizo subastar y entregó el dinero (más de un millón de dólares del año 64) a los pobres. Sin embargo Cañizares se envolvió en la capa, evocando los tiempos de los Borgia, y nos dejó una frase: “No se puede comparar lo que haya podido suceder en algunos casos con los millones de vidas destruidas por el aborto”. ¡Sobran comentarios! 

   Nos gusta más la otra estampa: el papa Francisco, en Jueves Santo y de blanco riguroso, arrodillado, besando los pies que acababa de lavar, que eran los de un delincuente juvenil encerrado en una cárcel romana. La soberbia y la humildad. Tremendo contraste. Este  hombre no solo está modernizando la Iglesia sino que la está acercando a su realidad. A lo que siempre debió de ser: una institución cercana al fiel y connivente con lo humano. No lo contrario, como hasta ahora había sido.

   Por ello el papa fue nominado recientemente “El hombre del año” por la revista TIME. El catolicismo, dijo,  debe ser una “religión moderna y razonable, que ha sufrido cambios evolutivos. Ha llegado la hora de abandonar toda intolerancia. Debemos reconocer que la verdad religiosa evoluciona y cambia. La verdad no es absoluta o grabada en piedra. Incluso los ateos reconocen lo divino”.
   Sin duda. Es la primera vez que un Papa es sencillo, dice cosas lógicas, lucha contra los poderosos y busca la justicia.

   Todo esto empieza a denominarse, dentro y fuera de la Iglesia, la  primavera de Francisco. En muy poco tiempo el Papa Francisco ha llenado la Iglesia de primeras veces. Sin duda, Dios está cambiando.



Emma González es abogada

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