9 jun 2015

LA CORRUPCIÓN SISTÉMICA

En la explosión de casos de corrupción que estamos viviendo, en la que no sabemos que sorpresas nos va a deparar cada día, es inevitable que nos hagamos en algún momento la pregunta del millón: ¿pero como es posible que no nos hayamos dado cuenta de lo que estaba pasando? Pues parece que la respuesta es sencilla: porque vivíamos en Babia, porque mientras podíamos vivir sin mayores agobios, podíamos encontrar trabajo, podíamos tomar unas cañas, podíamos ir al fútbol o al cine, etc. no prestábamos atención a las señales de aviso, que las había. Y en esto de las señales de aviso los que sabíamos un rato éramos los que estábamos en la lucha contra el acoso laboral. 
Cuando nuestra asociación comenzaba su ya larga trayectoria, el hablarle a cualquiera de mobbing o acoso laboral era como hablarle en chino mandarín, y los gestos de sorpresa o desconcierto daban paso de inmediato a actitudes de sospecha sobre nuestra salud mental. Hubiera sido inútil tratar de explicarles que aquello, además de ser un atentado a nuestros derechos mas básicos, era una señal de aviso de que algo estaba podrido en aquel entorno. La afirmación que hoy hacemos de forma habitual, de que el acoso es un detector infalible de corrupción, es ahora generalmente aceptada sin mayores problemas. Y no nos engañemos, como ésta señal había otras, pero no las percibíamos o las considerábamos cosas menores, tal vez porque nosotros podíamos vivir sin demasiadas preocupaciones. Pero claro, en esto llegó la bicha, la crisis, y todo empezó a cambiar. Hoy la corrupción, que se viene gestando  en este país a partir de la transición política sin que nos diésemos por aludidos, nos estalla en nuestras narices. 
Pero con ser la corrupción un problema gravísimo en nuestro país, se presenta además como una grave amenaza para la estabilidad internacional, tal como manifiesta el profesor Rodríguez-Arana (1) a partir de un informe del Fondo Carnegie para los estudios sobre la Paz internacional.  
“En este estudio se pone de manifiesto que en 2014 gobiernos y empresas transnacionales han subestimado la corrupción en sus políticas e inversiones produciéndose una situación de corrupción sistémica de difícil solución. En opinión de este centro de estudios, la corrupción sistémica debe entenderse, no como un fracaso de las instituciones públicas de gobierno, sino más bien, y sobre todo, como un sistema funcional del que los gobernantes echan mano nada menos que para secuestrar los flujos ordinarios de la actividad económica y convertirlos en una auténtica cleptocracia.”
Esto nos suena, ¿verdad? Pero mas allá de la corrupción sistémica de un país -- que recordamos que significa que es el mismo sistema el que está corrompido, no solo algunas personas – nosotros pensamos que existe una corrupción sistémica global, que es la causa de la mayoría de los dramas humanos del planeta, de las tremendas desigualdades, de la explotación inmisericorde del tercer mundo, de la inmigración masiva, de la explotación infantil, etc. No es difícil comprender que el sistema económico global, que incluye la explotación de las mayorías desfavorecidas de todo el mundo, es un sistema intrínsecamente corrupto, porque no existe ningún control global sobre las actividades de los grandes grupos económicos, y la débil legalidad de los países del tercer mundo es incapaz de frenarlos, cuando no son las élites en el poder de tales países las que colaboran con ellos.  
El hecho de que el sistema económico planetario no tenga una autoridad democrática que lo controle significa que en el mercado global rige la ley de la selva, que las élites económicas, que persiguen exclusivamente el máximo beneficio, actúan como insaciables depredadores, si alguien no los frena. Y para rematar el tenebroso panorama tenemos en el Tratado Trasatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) (2) una muestra de lo que  los depredadores económicos pretenden conseguir y están consiguiendo, es decir, convertir el mercado mundial en una selva a su medida. No es necesario ser muy espabilado para deducir que la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas no pasa de ser un adorno vacío de contenido, si seguimos por este camino. ¿No es este un sistema corrupto e inmoral? ¿No es esta la forma de conseguir que los intereses (de algunos) pasen por encima de cualquier tipo de valores? 
Cualquier sistema político y económico que no imponga los derechos humanos como la primera prioridad es radicalmente inmoral, y lleva en si mismo las raíces de todo tipo de corrupción. El que las élites económicas y políticas, en interesada connivencia, promuevan la desregulación de los derechos de las personas, el aumento incontrolado de sus beneficios y el dominio de todos los recursos de poder, nos lleva a un aumento desaforado de la desigualdad y al sacrificio inhumano de amplísimos sectores de la población mas desfavorecida. La ideología neoliberal que domina el mundo es intrínsecamente inmoral y la causa profunda de que todas las corrupciones avancen sin freno en nuestro planeta. ¿Significa esto que defiendo que habría que suprimir el libre mercado? Por supuesto que no. No se trata de suprimir, sino de regular. Y no regularlo de cualquier manera, sino priorizando los derechos humanos. 
Doy por hecho que esto sonará a utópico, y en nuestro mundo actual lo es, pero no debemos renunciar a esta utopía porque cualquier otro camino conduce a la catástrofe. Estamos destruyendo el planeta, provocando enormes desigualdades sociales, impulsando grandes corrientes migratorias en condiciones infrahumanas, ocasionando guerras en función de grandes intereses, etc. No hay opción alternativa, o tratamos de avanzar todos juntos hacia una humanidad mas integrada y solidaria o retrocederemos hasta la destrucción.      
Pero reduciendo el campo de visión y volviendo a nuestro país, donde el panorama de corrupción sistémica es desolador, quisiera destacar el “Informe sobre el Estado Social de la Nación 2015”, elaborado por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales (3). No vamos a entrar en mayores detalles del informe que el lector puede consultar por si mismo, pero si queremos destacar una idea que nos parece relevante. Reproducimos:
“En este informe los protagonistas son las personas, las familias y la sociedad. No son meros actores secundarios de un discurso en el que la economía es el elemento central, en relación con el cual las situaciones y problemas que les afectan son sólo daños colaterales de los desajustes económicos o de las necesidades de recuperación y de crecimiento del PIB a golpe de austeridad.
Pero ¿y si la situación en la que nos encontramos no se debe a que seguimos estando en crisis -como se da por hecho- sino que estemos ya ante un nuevo modelo de sociedad? Si esto es así, es una falacia pensar que con el mero incremento del PIB llegará la recuperación y todo volverá a ser como antes.”
He aquí una conclusión clara y contundente. No es que la crisis haya provocado el aumento de las desigualdades, el aumento de la exclusión social, la desregulación del mercado laboral o el desmontaje de los servicios sociales. Es que se ha aprovechado la crisis para instalar un nuevo modelo de sociedad. Y este modelo de sociedad parece encajar perfectamente con la corrupción sistémica. ¿O es que son inseparables? Pero veamos como define el informe el nuevo modelo de sociedad.
“Un modelo de sociedad que no es consecuencia inevitable del devenir de la economía, sino que tiene sus causas en decisiones políticas que conforman un escenario de precariedad y desigualdades extremas, y de ausencia de movilidad social: un modelo productivo y de relaciones laborales que apuesta por la precariedad y los bajos salarios, una fiscalidad débil y regresiva y el desmontaje de las políticas sociales.”
Bien, pues aquí tenemos una de las bases de la corrupción en nuestro país. El modelo neoliberal impulsa el desmontaje de lo público y su transformación en negocios privados. El negocio y el beneficio privado por encima de todo. Vamos, máximo riesgo de corrupción. 
No voy a insistir mas en el tema. Este mundo es insostenible si continuamos poniendo el negocio y el beneficio por encima de los derechos de las personas. La Declaración Universal de los Derechos Humanos tiene que ser la máxima prioridad, el principio organizador de todo el sistema social, de lo contrario la corrupción sistémica será una plaga mundial y nos conducirá inexorablemente a nuestra desaparición.

Antonio París
Asociación AGACAMT


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