Autor: Jennifer González Rodríguez- Asociación ABECAM |
Cada
día puede ser visto como una página en blanco, una aventura, o una terrible
rutina impuesta y marcada por el devenir de diferentes situaciones que
trataremos de enfrentar como buenamente podemos. Dejarnos llevar por el
continuo azote de las adversidades o las sorpresas agradables sin marcar un
punto fijo al que llegar y por el cual luchar puede convertirse en la peor de
las torturas a las que enfrentarnos cada día.
Podemos
dejarnos llevar por las ventiscas, balanceándonos de un extremo a otro de
nuestras emociones, permaneciendo incluso insípidos, incapaces de sentir, porque
nos dejamos llevar por aquello que tenemos dentro de nosotros y lo que
realmente deberíamos tener. ¿Y qué es lo que debemos hacer pues? ¿Debemos
aparentar que la vida es rosa, pese a la oscuridad que nos deja aquellos
problemas que enfrentamos? ¿Debemos teñirla de negro ante cada adversidad
dejándonos arrastrar a la inmensidad de la tristeza?
Equilibrar
la balanza es trabajo de cada uno, encontrar la fuerza necesaria para transformar
el movimiento en algo necesario y productivo, acorde a lo que queremos conseguir,
y no a cómo nos sentimos en cada momento. Porque incluso en los días de viento
hay un momento en que el aíre nos empuja a favor, pese a que tengamos que
soportar la presión y la fuerza en contra durante cierto sentido de la marcha,
habrá momentos en que sabremos canalizar las corrientes para impulsarnos hasta
el objetivo. Y bien, ¿Qué debemos hacer? ¿Debemos sentarnos a esperar que el
viento cese? ¿Debes permanecer siempre contra él independientemente de donde
queramos ir?
La
energía necesaria para todo ello está en nosotros. La diferencia entre
pararnos, andar o correr hacía lo que deseamos es la fuerza y energía que
empleamos en el movimiento de nuestros pies hacía ello. Por tanto entrar a
debatir si tenemos el ánimo o el día adecuado es decidir no invertir energía en
aquello que queremos. Es dejarnos llevar por el canto de “la preciosa Sirena
llamada Excusa”, que nos deja inmóviles, convenciéndonos de la imposibilidad de
algo que solo nosotros sabemos que podemos conseguir.
Nadie
podrá juzgar nuestros pasos, ni nuestro camino, mucho menos podrá decidir por
nosotros, o soltar los obstáculos. Podrán acompañarnos, ayudarnos y ofrecernos
el apoyo que necesitemos en ocasiones puntuales, pero sin duda el recorrido, y
el placer de avanzar en él será sólo nuestro. Y ello comienza por dar el primer
paso, levantando el pie del suelo, aunque sea de forma temerosa, o insegura,
nuestro paso ganará fuerza a medida que avanzamos.
Visualizar
aquello que queremos, clarificar nuestras ideas no es tarea sencilla, podría
decirse que es la clave, la base o el centro de lo que marcará el rumbo que
tomemos a favor o en contra de esa ráfaga de viento que nos moverá. Puede ser
algo tan importante como decidir aceptar o no un trabajo, decidir contar o no
aquello que nos preocupa, o simplemente decidir si continuamos con lo que
hacemos hasta ahora o cambiar radicalmente el rumbo de nuestras vidas.
Sostener
la decisión, las emociones que levanta o despierta en nuestro interior, y en
base a ello decidir. Abrazando ese sentir, ese miedo, alegría, sorpresa o
impaciencia, y pese a ello decidir caminar, decidir confiar en quien tenemos
junto a nosotros en el camino, y decidir conseguir lo que queremos, sin
necesidad de aparentar tenerlo. Pues no siempre lograremos tener el control de
aquello que nos rodea, no siempre podemos tener la solución para lo que nos
quita el sueño, y no siempre tendremos las habilidades necesarias para
construir solos el sendero. Vivimos
interconectados, necesitamos unos de otros, pero nuestro ritmo, y la fuerza de
nuestros pasos así como su trazo lo marcamos nosotros, sabiendo que esos pasos
pueden hacer variar el sendero de los demás, puede mejorarlo o empeorarlo, por
lo que somos responsables de aquello que comenzamos cada día.
Todo
ello lleva tiempo, pero la pieza fundamental para encontrar el equilibrio es
tener la intención de alcanzarlo. Comenzando por observarnos un poco cada día,
aquellas decisiones que tomamos, si nos acercamos o alejamos a lo que deseamos,
y si todo ello está teniendo efectos colaterales no deseados en las personas
que nos rodean. Pues tan importante es acercarnos paso a paso hasta nuestro
objetivo, como no causar molestar, en los demás, pues avanzar no es escalar
entre las personas, sino ser capaz de llegar donde quiero junto a ellos.
Palabras
como Acoso, Abuso, Maltrato, o Explotación, entre muchas otras que marcan de
forma negativa el camino de muchas personas, deberían ser eso, sólo palabras
sin uso en un diccionario, y no la realidad de nuestros días. Que piden a
gritos la ayuda de todos y cada uno de nosotros, para limpiar el camino de sus
huellas y residuos que no hacen otra cosa sino enturbiarnos el presente y
futuro de nuestra sociedad.
Jennifer González Rodríguez
Licenciada
en Psicología
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