En todo el tiempo que llevo
colaborando en esta asociación, que ya es mucho, se nos han presentado
bastantes casos en que las circunstancias del mismo y las características
personales de la presunta víctima nos hacían dudar sobre si se trataba de un
caso real de acoso o de un delirio paranoico. ¿Cómo resolver este dilema?
Según la Biblioteca Nacional
de Medicina de los EEUU (*) el trastorno de personalidad paranoica “es una afección mental en la cual una
persona tiene un patrón de desconfianza y recelos de los demás de forma
prolongada, pero no es un trastorno psicótico completo como la esquizofrenia”.
Y añade, “son personas altamente
recelosas de los demás, y como resultado limitan su vida social de manera
drástica. Con frecuencia sienten que están en peligro y buscan pruebas para
apoyar sus sospechas”. Debemos aclarar que este trastorno es distinto de la
esquizofrenia paranoide, ya que en esta enfermedad los delirios son evidentes y
marcadamente irreales. ¿Cómo podemos distinguir si el peligro es real o solo
existe en su imaginación?
En primer lugar hemos de
convenir que toda persona que vive una situación de acoso prolongada en el
tiempo, tiende a desarrollar una marcada desconfianza que tal vez podría llegar
a ser exagerada en alguna medida, tendiendo a magnificar las capacidades
persecutorias de sus acosadores. Sin embargo esta tendencia desaparece
gradualmente cuando la situación de acoso remite, lo que no ocurre en el caso
del trastorno paranoico, aun cuando hubiese una situación real de mobbing, que
todo es posible. Por ello es necesario esforzarse en distinguir los rasgos que
nos permitan detectar cuando el presunto acoso es irreal, y se trata de un
problema de salud mental.
Podemos apuntar algunos
síntomas:
·
Dificultad para concretar situaciones de acoso. Es frecuente que cuando se
le pregunta a la presunta víctima que explique y concrete las situaciones que
ha vivido, tenga grandes dificultades para concretarlas, argumentando que en
realidad se trata de actuaciones muy sutiles, lo que podría suponer que estamos
ante interpretaciones enfermizas de hechos probablemente inocuos. Suelen pensar
que las personas “les miran mal”, los eluden, les hacen insinuaciones, etc.
·
Hacer acusaciones sobre hechos absurdos o difíciles de creer. En cierta ocasión una
persona acudió a nuestra asociación argumentando que padecía “acoso grupal” y
que con frecuencia personas por la calle le insultaban y lo amenazaban, sin
duda, en su opinión, inducidos por sus jefes. Esta persona hubo de ser
internada en un psiquiátrico.
·
Hacer interpretaciones exageradas sobre hechos aparentemente
inocuos.
Otra persona que aseguraba que era perseguida y vigilada en todas partes nos
aportó unas grabaciones donde había filmado a personas en actitudes totalmente
normales, como parado esperando a alguien o cruzando una calle, y que él
interpretaba como muy sospechosas. Se intentó convencerle de que con esas
“pruebas” no conseguiría nada y tal vez lo acusasen de “chalado”, por lo que de
seguir adelante le recomendábamos que aportase un informe psiquiátrico que
demostrase que estaba sano. No volvimos a saber nada de él.
·
No admitir ninguna interpretación de los hechos que no sea la
suya. Esto
indicaría una rigidez y un bloqueo mental altamente sospechoso, aunque hay que
aclarar que en este caso podría tratarse de una persona que desarrolla rasgos
paranoicos como consecuencia de un acoso prolongado, por lo que se ha de ser
prudente y esperar a tener nuevos indicios.
·
Delirios evidentes. Esto no necesita mayor aclaración.
En cuanto a la forma de
actuar ante casos sospechosos de paranoia, ya hemos apuntado algo, pero en
términos generales podemos recomendar lo siguiente:
1. Si la manifestación paranoica
resulta evidente lo único que se puede hacer es que no tiene pruebas
suficientes y que necesita un informe psiquiátrico, cosa que como es evidente,
es verdad.
2. Si alguno de los presuntas
actos de acoso que resulte difícil de creer se puede comprobar, debe hacerse,
para ver si el acoso es real.
3. Si la manifestación paranoica
ofrece dudas debemos observar si se trata de una persona de perfil tímido e
introvertido o mas bien extrovertido y activo.
4. Si es tímido debería bastar
con pedirle un relato escrito que resuma su problema, y tendrá grandes
dificultades para hacerlo porque todo está en su cabeza, no en los hechos.
5. Si es extrovertido y activo
será mas difícil de detectar y sobre todo de controlar, por lo que aparte del
relato escrito hay que orientarle hacia el informe psiquiátrico. Si esto
fallase debemos esperar hasta que haga algo que lo delate, y entonces
enfrentarlo con la realidad sin ambages. Lo aceptará, improbable, o
desaparecerá, lo mas seguro. En todo caso son personas que causan problemas en
su entorno social, y su inflexibilidad y rigidez hace que sean un riesgo para
otras personas acosadas, por lo que eso es lo mejor.
En todo caso deberemos tener
paciencia para asegurarnos, porque podría tratarse de una persona muy afectada
por su problema de acoso y no deberíamos dejarla desamparada, y la frontera
entre la paranoia endógena y la reactiva al acoso es con frecuencia confusa y
difícil de precisar.
El problema de los rasgos
paranoides en una persona que realmente está sufriendo un proceso de acoso
laboral es que contribuye a agravar las consecuencias del mismo y a dificultar
su defensa. No es infrecuente que se utilice por sus adversarios para afirmar
que el acoso solo existe en su imaginación, y si se trata de personas con
influencia política o económica hay un riesgo evidente de que los jueces se
dejen llevar por este camino, porque estamos en el país que estamos y en el
momento histórico que estamos. En todo caso hemos de ser conscientes de la
enorme dificultad añadida que suponen los reflejos paranoicos en un caso de
acoso, y por ello nos exige un mayor esfuerzo de apoyo a la víctima.
Arturo Paradela
Asociación Agacamt
Interesante artículo! Si quieren saber más también pueden visitar:
ResponderEliminartrastorno paranoide de la personalidad.
Gracias!